Por Juan Pablo de Rada
Seguramente
al escuchar a Maroyu todo es fiesta y fiesta. Seguro que al esuchar a
Nickol Ramos o Yaritha Lizeth se nos viene a la mente imágenes de joda y
ganas de bailar y bailar. Pues Fermín Tarquino cuando los traía para
los aniversarios de “La Hora del Vecino”, solo trabajaba y trabajaba.
Contrataba la seguridad, a los guardias de seguridad o hacía gestiones
con la Policía Nacional. Luego hacia los nexos con los alojamientos y
hoteles para hospedar a sus artistas invitados, muchos venidos del Perú o
el norte argentino. Posteriormente gestionaba trámites con la alcaldía
de El Alto, o alquilaba algún predio inmenso en aquella urbe
altiplánica. Luego, vendía los boletos, con marketing criollo de por
medio y hasta promociones en su canal de televisión, el “canal 24” donde
salía su programa con alto “rating”, la afamada “La Hora del Vecino”,
esa donde pasaban desde sintetizadores ejecutados por Maroyu hasta arpas
ayacuchanas interpretadas por algún conjunto de ese Perú “serrano”.
Tarquino
sabia de la “ética de trabajo aymara”, esa donde no todo era joda o
prestes sociales, sino trabajo y trabajo. La ética de trabajo aymara es
la que hace que en estos momentos miles de alteños y paceños (Altu Pata /
Chukiyawu Marka) estén levantándose para ir a trabajar. Nieve, truene,
granice, con un frío que cala los huesos, igualito se levantan. Hay que
salir a trabajar. Se mojan la cara con agua fría y salen a trabajar
desde las 5 de la mañana.
Tarquino
también tenía eso que yo llamo “capitalismo aymara”. Es un capitalismo
que conjuga los negocios con las redes sociales. No, no hablo de redes
sociales en el sentido cibernético. Sino de redes sociales en el sentido
de compadrazgos, en el sentido de que “acumulación de capital” está
asociada a “prestigio social”. No solo ser el “men de los negocios”,
sino el que tiene un sentido de responsabilidad con su comunidad. Los
hay a escalas. Algunos se encargan de sus familias nomas, otros de un
barrio, otros de toda una comunidad entera. Y Fermín Tarquino era ello,
tenía la habilidad de los negocios, pero también un sentido de
responsabilidad social con su comunidad. Por eso ayudaba. Tal vez esta
lógica la entendió el compadre Carlos Palenque allá por los 80s y 90s.
Entendió al mundo aymara. Entendió que acumulación de capital está
acompañado de responsabilidad social. Por eso “RTP” y “La Tribuna Libre
del Pueblo”. La misma lógica de Tarquino, “Canal 24” y “La Hora del
Vecino”.
Su nombre
completo era Fermín Tarquino Adoba, y era un vecino muy destacado de El
Alto, donde era llamado el “ch´iti vecino”. Era importador de autos, no
sólo tenía un canal de televisión, también tenía un negocio de venta de
minibuses. Su canal se encontraba en Villa Dolores, ahí, en frente al
obelisco de la urbe alteña. Su marketing para que lo encuentren era
“divisa la bandera blanca, ahí estamos”. Y realmente cuando Tarquino
vivía, en lo alto de ese inmueble donde “funcaba” su canal había una
bandera blanca.
Andaba
trajeado. No es que niegue el poncho, pero su lucha no era desde ahí. Su
lucha era desde el ser “q´amiri”. Es un termino que no se porque lo ven
mal algunos en El Alto. Tal vez es su concepción marxista, aunque lo
nieguen, de algunxs ahí. De esa idea de “lucha de clases”. De que los
q´amiris son ricos y por tanto “no me representan”. De la idea de que
“ellos son ricos, y yo pobre”. Tal vez deberíamos dejar ello de lado y
sencillamente mencionar que los q´amiris es una construcción histórica
de luchas y aciertos.
De
pensar que el capitalismo liberal en el siglo XIX produjo estragos en
lxs aymaras, donde perdieron tierras y fueron “expropiados” de sus
propias tierras. Pues en el siglo XXI, los aymaras se han apropiado del
capitalismo. Lo han hecho propio. Sino que seria pues El Alto. Sino que
sería pues la Ladera Oeste de La Paz. Esa transición no es nomas luchas
políticas, sindicales o sociales, también es una lucha de los q´amiris
por apropiarse del sistema que antes los hostigaba.
No
hay que leer a Nico Tassi para ver qué es q´amiri. Ni preguntarle, ya
que sería caer en un paternalismo intelectual extranjero. Hay que
aplicar la “historia oral”, preguntar a los aymaras comerciantes que
significa ser “q´amiri”. Lo hice con aymaro parlantes, con aymaras que
viven del comercio de alguna manera, desde ser taxistas hasta ser
constructores, desde aymaras vendedoras de verduras hasta ya potentados.
Lo hice y varia, entre “rico” a “aquel que comercia”. Varían los
conceptos, pero el sentido es el mismo, “hacer plata”. Ahí yo les
pregunte a algunos jóvenes aymaras, ¿qué querían ser de grandes?, la
respuesta fue “q´amiri”.
No
señores y señoras, no “empresario”, sino “q´amiri”. Esa peculiar
palabra cobraba otro sentido. Por eso yo lo llamo capitalismo aymara. Es
otro sentido, es una apropiación de las ideas nacidas en Escocia e
Inglaterra allá en el siglo XVIII.
Tal
vez Tarquino no tiene pues frases icónicas como el “para que mí hija no
sea tú empleada”. No tenía una frase icónica. No tenía esa frase que te
hace trascender y te deja en las memorias, y por eso muchos cometen el
pecado de olvidarlo. Se olvidan pues que como una ensayista alteña
mencionaba que la Yaritha Lizeth era “sangre de mi sangre”, se olvidan
que el Fermín Tarquino la trajo por primera vez a la Yaritha Lizeth a El
Alto en uno de los aniversarios de “La Hora del Vecino”.
También
olvidan que lo aymara no es nomas mirar hacia adentro, sino desde la
identidad mirar hacia afuera, como hace el pueblo judío, que tiene 5 mil
años de antigüedad, conservan su lengua y tradiciones, y siguen
haciendo negocios en Wall Street y Silicon Valley. Pues lo aymara
también es eso, mirar hacia afuera desde la identidad. Ahí estaba el
Fermín Tarquino, trajeado, mostrando como es China o como es Europa en
algunos de sus programas de “La Hora del Vecino”.
Fuente: /FB, de la imagen: Universal - You Tube.
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