
Una de las organizaciones insurgentes que controla gran parte del territorio colombiano. Está en duda su poderío militar
Unos días antes del rescate con vida de las colombianas Clara Rojas y Consuelo González secuestradas por la narco-guerrilla de las FARC, el Presidente Chávez montó un inusual operativo con invitados especiales, entre los que participaron funcionarios de los gobiernos de Brasil y Argentina.
El teniente coronel Hugo Chávez los invitó a la selva fronteriza entre su país y Colombia a presenciar el rescate de un par de rehenes y el niño Emanuel. La liberación de ambas, sin embargo, fue abortada, sin conocerse las verdaderas razones de su postergación. Una semana después, sin embargo, las FARC decidieron entregar a las dos secuestradas, no así al niño Emanuel que luego se supo fue llevado a un albergue por los guerrilleros. El Presidente Hugo Chávez, flanqueado por su flamante equipo de ministros, se convirtió en el héroe del operativo de rescate.
A tono con su altisonante discurso, el jefe de Estado bolivariano no tardó entonces ni 24 horas en proclamar que las “FARC y el ELN no son cuerpos terroristas, sino verdaderos ejércitos que ocupan espacios en Colombia”. Agregó que reconoce a esos grupos “como fuerzas insurgentes con un proyecto político bolivariano que Venezuela respeta”. Por último indicó que la “calificación de terroristas se debe a la presión de los Estados Unidos”. Lo curioso del caso es que Chávez se refiere a un grupo que ha pasado a ser su aliado en su propio territorio, que tiene relaciones comprobadas con el narcotráfico y retiene en su poder a unas 800 personas en condiciones inhumanas.
La revista Semana de Colombia, señala en su edición de Marzo que la muerte en una sola semana de dos miembros el Secretariado de las FARC, Raúl Reyes e Iván Ríos rompió el mito que la guerrilla era invencible o que no había interés en derrocarla. El golpe ha sido un duro revés para el proyecto de legalizar e internacionalizar a las FARC en otros países, tal como más tarde se conoció al revelarse la construcción de un predio en La Paz, Bolivia que albergaría a militantes entrenados que forman cuadros para alentar movimientos insurgentes.
Semana dice que la psicología del país (se refiere a Colombia) sobre la guerra está cambiando. “Mientras hace 10 años apenas el 34% de los colombianos consideraba posible que las Fuerzas Armadas podían derrotar la guerrilla militarmente, esta días antes del rescate con vida de las colombianas Clara Rojas y Consuelo González secuestradas por la narco-guerrilla de las FARC, el Presidente Chávez montó un inusual operativo con invitados especiales, entre los que participaron funcionarios de los gobiernos de Brasil y Argentina. El teniente coronel Hugo Chávez los invitó a la selva fronteriza entre su país y Colombia a presenciar el rescate de un par de rehenes y el niño Emanuel. La liberación de ambas, sin embargo, fue abortada, sin conocerse las verdaderas razones de su postergación. Una semana después, sin embargo, las FARC decidieron entregar a las dos secuestradas, no así al niño Emanuel que luego se supo fue llevado a un albergue por los guerrilleros. El Presidente Hugo Chávez, flanqueado por su flamante equipo de ministros, se convirtió en el héroe del operativo de rescate.
A tono con su altisonante discurso, el jefe de Estado bolivariano no tardó entonces ni 24 horas en proclamar que las “FARC y el ELN no son cuerpos terroristas, sino verdaderos ejércitos que ocupan espacios en Colombia”. Agregó que reconoce a esos grupos “como fuerzas insurgentes con un proyecto político bolivariano que Venezuela respeta”. Por último indicó que la “calificación de terroristas se debe a la presión de los Estados Unidos”. Lo curioso del caso es que Chávez se refiere a un grupo que ha pasado a ser su aliado en su propio territorio, que tiene relaciones comprobadas con el narcotráfico y retiene en su poder a unas 800 personas en condiciones inhumanas.
La revista Semana de Colombia, señala en su edición de Marzo que la muerte en una sola semana de dos miembros el Secretariado de las FARC, Raúl Reyes e Iván Ríos rompió el mito que la guerrilla era invencible o que no había interés en derrocarla. El golpe ha sido un duro revés para el proyecto de legalizar e internacionalizar a las FARC en otros países, tal como más tarde se conoció al revelarse la construcción de un predio en La Paz, Bolivia que albergaría a militantes entrenados que forman cuadros para alentar movimientos insurgentes.
Semana dice que la psicología del país (se refiere a Colombia) sobre la guerra está cambiando. “Mientras hace 10 años apenas el 34% de los colombianos consideraba posible que las Fuerzas Armadas podían derrotar la guerrilla militarmente, esta semana (24 al 30 de marzo, cuando fue escrito el reportaje), una encuesta de Gallup demuestra que el 75% lo cree posible”. Y el primer paso para ganar una guerra es que la sociedad crea que es posible hacerlo.
Pero no se trata simplemente de una percepción. El ataque al campamento de Raúl Reyes que abrió un nuevo capítulo del apoyo que los insurgentes colombianos están recibiendo de los gobiernos de Ecuador y Venezuela, demostró que la superioridad técnica y militar del gobierno colombiano es una ventaja definitiva. Y que la muerte de Iván Ríos, asesinado a traición por uno de sus hombres de confianza, deja al descubierto el grado de resquebrajamiento de las FARC al interior de sus filas.
La revista considera que las muertes de estos dos hombres “son un hito en la historia del conflicto armado colombiano. No tanto por la importancia militar, política o simbólica de cada uno de ellos, sino por lo que reflejan de la etapa de la guerra. Estas muertes marcan el fin de una era y el comienzo de otra”.
Empate negativo. Aludiendo a las teorías de los empates muy popularizadas en Bolivia por el vicepresidente García, hasta antes del golpe contra las FARC el 1ro de marzo, analistas colombianos consultados por Semana consideran que ha quedado atrás un largo período en el que se consideraba que había un equilibrio entre el gobierno y la guerrilla, o lo que muchos denominaron un “empate negativo”, que significaba que ambos bandos aspiraban a una revancha para ganarle al otro o intentar el triunfo militar. Pero esa percepción ha cambiado. Hoy no quedan dudas sobre la superioridad del Estado y el evidente debilitamiento de las FARC. La revista considera que después de seis años de ofensiva sostenida, la pérdida de vidas y de millones de dólares, “se puede decir que está llegando la fase final de la guerra”.
Sin embargo, el mismo análisis plantea que el proceso podría ser largo y sangriento. Se considera que a diferencia de Sendero Luminoso en el Perú, las FARC ocupan al menos un 50% de territorio colombiano y que también a diferencia de otros grupos como el M-19 también colombiano, las FARC no representan una fuerza social o política que les brinde legitimidad para negociar una agenda de reformas. Además porque la situación en Colombia no es la misma que en 1971 cuando el M-19 pactó con el gobierno la pacificación del país. Hoy, Colombia vive una democracia ampliamente reconocida como tal y posee una Constitución progresista y aunque muchas reformas están pendientes, difícilmente serán revisadas en una mesa de negociación con un guerrilla desprestigiada y aislada en el plano internacional. Todas estas consideraciones llevan a la conclusión de que el “fin de las FARC será largo y sangriento”.
Qué son las FARC. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo o FARC-EP son una organización guerrillera cuyo declarado objetivo es “acabar con las desigualdades sociales, políticas y económicas, la intervención militar y de capitales estadounidenses en Colombia mediante el establecimiento de un Estado marxista-leninista y bolivariano”, según reza su carta fundacional. Tiene una organización esencialmente rural aunque también dispone de células urbanas, sobre todo en ciudades donde impera la miseria y la marginalidad. Suelen cerrar sus manifiestos con la consigna: Contra el imperialismo... Por la Patria. Contra la oligarquía... Por el Pueblo. Hasta la victoria... Somos FARC-EP.
Sus acciones consisten en guerra de guerrillas y combate regular convencional, así como el asesinato de civiles, miembros del gobierno y militares, el secuestro con fines políticos, como el de Ingrid Betancourt, o con fines extorsivos, y la destrucción de la infraestructura de las ciudades, generalmente mediante carros-bomba y otros explosivos.
Son un notable ejemplo de supervivencia de las organizaciones guerrilleras surgidas durante la Guerra Fría, todas ellas hoy desaparecidas, como Montoneros y los Tupamaros en Uruguay. No hay ninguna comparación que las aproxime con experiencias en Bolivia, lo más cercano en analogía son el ELN que después de actuar en la guerrilla de la década de los sesenta y setenta intentó algún protagonismo con acciones armadas sin relevancia.
Las FARC-EP están integradas por aproximadamente 17.500 combatientes, de los cuales, según un informe de Human Rights Watch, aproximadamente el 20-30% son menores de 18 años, muchos Según informes, manejan un presupuesto de 600 millones de dólares obtenidos por el cobro de rescates por secuestros y el robo de ganado, aunque las dos terceras partes de esa cifra provienen del narcotráfico. Hasta 1980 las FARC-EP se negaron a toda relación con la droga pero ello fue cambiando y hoy las crecientes ganancias provienen del “impuesto al gramaje”, pagado por cada gramo producido por los campesinos cocaleros y grupos de narcotraficantes. reclutados forzosamente.
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