
El rojo es un color sagrado para los campesinos. Connota que un ayllu está en emergencia. Hoy, los collas no dejan de lado su preparación por la posible llegada de una guerra civil o regional. Las hondas y los fusiles Máuser son el armamento.
En el altiplano se respira rebeldía por siglos. Los “ponchos rojos” son una expresión clara de esta historia. Guerreros míticos de los que prefieren no comentar las autoridades originarias, aunque hayan vuelto a la palestra pública —primero, al engrosar las filas del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK) a finales del anterior siglo en Achacachi, en la provincia Omasuyos— al haber resguardado al presidente Evo Morales en su posesión originaria el sábado 21 de enero en las ruinas de Tiwanaku.
El hermetismo no es gratuito. Tras bambalinas se teje un movimiento militar rústico, pero con disciplina táctica y de preparación. La Revista DOMINGO del periodico La Prensa contactó a dos de sus integrantes, Lino y Poncio —nombres ficticios para garantizar el anonimato de las fuentes—, que reclutaron a cincuenta nuevos “soldados” en el occidente. Hoy —aseguran—, los ayllus están en alerta ante las disputas regionales y una posible guerra civil. “Defenderemos el proceso de cambio. Los de la ciudad creen que somos cojudos, no es tan así”, sentencian.
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