
Cuando el conflicto ronda los ayllus, se activa la emergencia interna y éstos adoptan el calificativo de “rojos”. “Eso significa —establece Lino Villca— que los campesinos están preparados para cualquier ataque. Y si la situación es extrema, pueden llegar a ponerse su indumentaria más preciada: el poncho rojo. Esto sólo podría darse cuando estalle una guerra. Sin embargo, hasta ahora, no hubo un líder que nos guíe en todo esto, porque si no la revuelta de los comunarios puede ser fatal”.
Esta tradición tiene seguidores en las 20 provincias del altiplano, sobre todo en Camacho, Los Andes, Manco Kápac, Omasuyos y Pacajes. Y por ser una prenda excepcional, los ponchos rojos sólo aparecieron en los últimos tiempos por occidente durante la vigencia del EGTK de Felipe Quispe, en los años 80 y 90, y en los enfrentamientos entre campesinos y militares en Warisata, Achacachi y El Alto, entre septiembre y octubre de 2003.
“Esos días fueron difíciles —recuerda Poncio Choque—. Uno de nuestros hermanos murió en la lucha y el jilakata de mi ayllu nos dio la siguiente orden: ‘Entramos en acción si mueren dos más. Desempolven sus ponchos y armas’. Los compañeros pedían capturar turistas gringos para matarlos por venganza. En las reuniones también se llegó a plantear que se forme un grupo de choque para asesinar a varios ministros y luego beber su sangre. Uno no podría creer todo lo que se planeó hace dos años”.
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