por Ivan Apaza-Calle
El largo debate sobre la cuestión “indígena” en Bolivia no parece cesar. En la primera década del siglo XX intelectuales como Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Rigoberto Paredes y Bautista Saavedra, reflexionaron, cada uno desde su posición, las causas del retraso del país. Una de ellas, y la fundamental, era la condición social de los indios, de tal modo, o había que mejorar esa condición o, en todo caso, eliminarlos y darle al país una dosis migratoria europea. Pero no solo las causas de la situación “nacional”, en términos de progreso frente a otros países industriales, descansaban en la problemática del indio, sino también, en las insipientes clases políticas que tenían el mando administrativo del Estado.
Luego, esta misma discusión dio surgimiento a diferentes ideologías y pensamientos políticos, así el indigenismo y el indianismo siguen esa “tradición”. Obviamente, hay otras líneas ideológicas, ya existentes desde luego, como el marxismo y el liberalismo, que también dieron sus propias interpretaciones a la problemática nacional. De hecho, los continuos debates políticos e ideológicos respecto a las culturas no acabaron posteriormente. La migración del campo a la ciudad evidenciaba varios conflictos como el racismo, la discriminación, la diferencia social y la división social del trabajo a partir del color de piel. Desde luego, con la crisis política y los movimientos sociales en el nuevo milenio el problema del indio se reanudaba y el gran debate de inicios del siglo XX otra vez estaba en la pluma de los intelectuales y estudiosos en la rama social.
El discurso político del indianismo tiene un esquema de comprensión de la realidad; parte de que Bolivia es un Estado colonial y que dentro de él existen Dos Bolivias, es decir, sociedades yuxtapuestas que solo pueden ser superadas con la revolución india, que llevará a las naciones dominadas y oprimidas a su liberación y autonomía política administrativa. El esquema es clásico y ha sido reproducido en diversos análisis sobre la realidad social en tiempos distintos por muchos intelectuales indianistas, hasta llegar al hastío y vacío.
No es que no haya novedades y que los indianistas no hayan interpretado el nuevo contexto social, de hecho existe un ejemplo claro de la reinvención del indianismo como la crítica al pachamamismo durante el gobierno del MAS, cuya crítica sobre los usos culturales en el discurso político fueron a partir de los esquemas interpretativos del indianismo.
Ahora bien. Se ha calificado al indianismo como una forma de pensamiento descontextualizado, racista, y fuera del margen temporal, porque sus fundamentos descansan en la cuestión racial, lo que provocó varios debates entre izquierdistas e indianistas.
Siguiendo ese debate, el 11 de abril del año en curso se publicó “El fin y la inutilidad del indianismo”, artículo escrito por Franco Gamboa. No es la primera vez que el autor hace una crítica al indianismo; ya las hizo en otros momentos[1] bajo el mismo esquema de comprensión (nada novedoso en su análisis).
Pues bien, en el artículo hay varias proposiciones de las cuales me animo a analizar solo dos aspectos, a) El fin del indianismo y b) las tensiones emergentes de la igualdad política a partir de la perspectiva multidimensional.
Continuando ese cometido, el autor plantea en el artículo que: “El pensamiento indianista llegó a su fin. Ya no representa una forma de comprensión desafiante para explicar una serie de conflictos y problemas de la identidad colectiva boliviana”.
La formación de la sociedad boliviana estuvo marcada por conflictos sociales racializados. De hecho, esa cualidad la heredó de la colonia. No es novedad que en la historia boliviana haya una lucha de los indios frente al Estado por sus derechos territoriales, pero también hay que tener en cuenta que la mentalidad de los mismos grupos intelectuales y la clase política dirigente eran contrarias a la sociedad de mayoría “indígena”, y hay que agregar a ello, reitero, que eran insipientes. Con solo analizar las cúpulas políticas que gobernaron el país a partir de la revolución de 1952 hasta 1982, podemos constatar que no hubo proyectos nacionales que sinteticen en el Estado la diversidad cultural y social de Bolivia. En ese entendido, Reinaga y Zavaleta tuvieron razón al señalar que el Estado boliviano era ficta y aparente.
El discurso indianista tuvo un esquema compresivo bajo conceptos de raza, nación y cultura; asimismo, como Gamboa señala, “el indianismo se enmarca dentro de la teoría de la descolonización”. No discrepo con el autor sobre la última idea, pero no hay razones suficientes para fundamentar la idea de que los esquemas comprensivos de Reinaga ya no representen una comprensión desafiante sobre el nuevo contexto social y que, por consiguiente, el pensamiento indianista habría llegado a su fin. Los problemas de la sociedad aún demuestran cualidades de relaciones coloniales, cuya constante es el racismo y la diferencia social que se vislumbra en las crisis políticas. Con solo remontarnos al momento constitutivo de inicios del milenio, los conflictos sociales claramente estuvieron marcados en términos raciales y con la última crisis política pudo observarse el carácter colonial de la sociedad boliviana,
Cabe plantearnos la siguiente interrogante: ¿La sociedad boliviana ha superado los conflictos de racismo y discriminación? Las crisis políticas y de salud han demostrado que no y que los conflictos interétnicos aún persisten. Por solo ejemplificar, en los últimos meses la quema de la wiphala, la pateadura a las mujeres de pollera, el estigma a los ciudadanos migrantes, los constantes discursos desde el gobierno de facto, al puro estilo del darwinismo social de finales del siglo XIX e inicios del XX, términos como hordas y salvajes, han salido a la opinión pública como discursos legítimos y válidos.
Entonces, no es que el indianismo haya llegado a su fin, otra cosa es que, el indianismo y los indianistas se hallan en una crisis ideológica, ya que no hay aperturas teóricas significativas. Lo más probable es que el primer paso a dar consistirá en la reestructuración teórica y nuevos esquemas de comprensión para los nuevos contextos políticos y sociales.
Por último, la idea concluyente del artículo señala que: “Hoy en día, la perspectiva es multidimensional porque entrelaza las dimensiones económicas, socioculturales y propiamente políticas de una democratización que pone en relieve las tensiones emergentes de la construcción de igualdad política, no la raza ni la descolonización”.
Hay que tener en cuenta que la búsqueda de la democratización de la sociedad boliviana no está sujeta, en última instancia, a dimensiones económicas ni socioculturales, como hace notar el profesor Gamboa. De hecho, no hay que dejar de lado que la construcción de la igualdad política en el país está sujeta a los caracteres estructurales de la sociedad que son racializados y por consiguiente habrá que superar ese carácter en la sociedad a partir del Estado y una clase política que comprenda la formación social boliviana.
[1] Véase los siguientes artículos “Sobre el indianismo en Bolivia” (2009) y “Bolivia una preocupación constante: El indianismo, sus orígenes y limitaciones en el siglo XXI”
El largo debate sobre la cuestión “indígena” en Bolivia no parece cesar. En la primera década del siglo XX intelectuales como Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Rigoberto Paredes y Bautista Saavedra, reflexionaron, cada uno desde su posición, las causas del retraso del país. Una de ellas, y la fundamental, era la condición social de los indios, de tal modo, o había que mejorar esa condición o, en todo caso, eliminarlos y darle al país una dosis migratoria europea. Pero no solo las causas de la situación “nacional”, en términos de progreso frente a otros países industriales, descansaban en la problemática del indio, sino también, en las insipientes clases políticas que tenían el mando administrativo del Estado.
Luego, esta misma discusión dio surgimiento a diferentes ideologías y pensamientos políticos, así el indigenismo y el indianismo siguen esa “tradición”. Obviamente, hay otras líneas ideológicas, ya existentes desde luego, como el marxismo y el liberalismo, que también dieron sus propias interpretaciones a la problemática nacional. De hecho, los continuos debates políticos e ideológicos respecto a las culturas no acabaron posteriormente. La migración del campo a la ciudad evidenciaba varios conflictos como el racismo, la discriminación, la diferencia social y la división social del trabajo a partir del color de piel. Desde luego, con la crisis política y los movimientos sociales en el nuevo milenio el problema del indio se reanudaba y el gran debate de inicios del siglo XX otra vez estaba en la pluma de los intelectuales y estudiosos en la rama social.
El discurso político del indianismo tiene un esquema de comprensión de la realidad; parte de que Bolivia es un Estado colonial y que dentro de él existen Dos Bolivias, es decir, sociedades yuxtapuestas que solo pueden ser superadas con la revolución india, que llevará a las naciones dominadas y oprimidas a su liberación y autonomía política administrativa. El esquema es clásico y ha sido reproducido en diversos análisis sobre la realidad social en tiempos distintos por muchos intelectuales indianistas, hasta llegar al hastío y vacío.
No es que no haya novedades y que los indianistas no hayan interpretado el nuevo contexto social, de hecho existe un ejemplo claro de la reinvención del indianismo como la crítica al pachamamismo durante el gobierno del MAS, cuya crítica sobre los usos culturales en el discurso político fueron a partir de los esquemas interpretativos del indianismo.
Ahora bien. Se ha calificado al indianismo como una forma de pensamiento descontextualizado, racista, y fuera del margen temporal, porque sus fundamentos descansan en la cuestión racial, lo que provocó varios debates entre izquierdistas e indianistas.
Siguiendo ese debate, el 11 de abril del año en curso se publicó “El fin y la inutilidad del indianismo”, artículo escrito por Franco Gamboa. No es la primera vez que el autor hace una crítica al indianismo; ya las hizo en otros momentos[1] bajo el mismo esquema de comprensión (nada novedoso en su análisis).
Pues bien, en el artículo hay varias proposiciones de las cuales me animo a analizar solo dos aspectos, a) El fin del indianismo y b) las tensiones emergentes de la igualdad política a partir de la perspectiva multidimensional.
Continuando ese cometido, el autor plantea en el artículo que: “El pensamiento indianista llegó a su fin. Ya no representa una forma de comprensión desafiante para explicar una serie de conflictos y problemas de la identidad colectiva boliviana”.
La formación de la sociedad boliviana estuvo marcada por conflictos sociales racializados. De hecho, esa cualidad la heredó de la colonia. No es novedad que en la historia boliviana haya una lucha de los indios frente al Estado por sus derechos territoriales, pero también hay que tener en cuenta que la mentalidad de los mismos grupos intelectuales y la clase política dirigente eran contrarias a la sociedad de mayoría “indígena”, y hay que agregar a ello, reitero, que eran insipientes. Con solo analizar las cúpulas políticas que gobernaron el país a partir de la revolución de 1952 hasta 1982, podemos constatar que no hubo proyectos nacionales que sinteticen en el Estado la diversidad cultural y social de Bolivia. En ese entendido, Reinaga y Zavaleta tuvieron razón al señalar que el Estado boliviano era ficta y aparente.
El discurso indianista tuvo un esquema compresivo bajo conceptos de raza, nación y cultura; asimismo, como Gamboa señala, “el indianismo se enmarca dentro de la teoría de la descolonización”. No discrepo con el autor sobre la última idea, pero no hay razones suficientes para fundamentar la idea de que los esquemas comprensivos de Reinaga ya no representen una comprensión desafiante sobre el nuevo contexto social y que, por consiguiente, el pensamiento indianista habría llegado a su fin. Los problemas de la sociedad aún demuestran cualidades de relaciones coloniales, cuya constante es el racismo y la diferencia social que se vislumbra en las crisis políticas. Con solo remontarnos al momento constitutivo de inicios del milenio, los conflictos sociales claramente estuvieron marcados en términos raciales y con la última crisis política pudo observarse el carácter colonial de la sociedad boliviana,
Cabe plantearnos la siguiente interrogante: ¿La sociedad boliviana ha superado los conflictos de racismo y discriminación? Las crisis políticas y de salud han demostrado que no y que los conflictos interétnicos aún persisten. Por solo ejemplificar, en los últimos meses la quema de la wiphala, la pateadura a las mujeres de pollera, el estigma a los ciudadanos migrantes, los constantes discursos desde el gobierno de facto, al puro estilo del darwinismo social de finales del siglo XIX e inicios del XX, términos como hordas y salvajes, han salido a la opinión pública como discursos legítimos y válidos.
Entonces, no es que el indianismo haya llegado a su fin, otra cosa es que, el indianismo y los indianistas se hallan en una crisis ideológica, ya que no hay aperturas teóricas significativas. Lo más probable es que el primer paso a dar consistirá en la reestructuración teórica y nuevos esquemas de comprensión para los nuevos contextos políticos y sociales.
Por último, la idea concluyente del artículo señala que: “Hoy en día, la perspectiva es multidimensional porque entrelaza las dimensiones económicas, socioculturales y propiamente políticas de una democratización que pone en relieve las tensiones emergentes de la construcción de igualdad política, no la raza ni la descolonización”.
Hay que tener en cuenta que la búsqueda de la democratización de la sociedad boliviana no está sujeta, en última instancia, a dimensiones económicas ni socioculturales, como hace notar el profesor Gamboa. De hecho, no hay que dejar de lado que la construcción de la igualdad política en el país está sujeta a los caracteres estructurales de la sociedad que son racializados y por consiguiente habrá que superar ese carácter en la sociedad a partir del Estado y una clase política que comprenda la formación social boliviana.
[1] Véase los siguientes artículos “Sobre el indianismo en Bolivia” (2009) y “Bolivia una preocupación constante: El indianismo, sus orígenes y limitaciones en el siglo XXI”
COMENTARIOS