por Fernando Untoja.
Introducción
En tiempos de la moda multi o pluri-cultural, la pregunta es ¿Cual la figura que distingue a Bolivia en el mundo? Lo que está en juego es la cuestión de la identidad nacional. Esto nos obliga a exponer las evidencias y dar los elementos fácticos de la reproducción y el envolvimiento cultural.
Ya estamos buen tiempo juntos los bolivianos, el comercio de los prejuicios está llegando a su fin, el territorio está ocupado por gente que avanza desde los andes y llega al ultimo rincón de Bolivia; vemos un paÃs y una sociedad construyendo su identidad.
El elemento distintivo que se impone es la reproducción cultural kolla; algunos podrÃan reaccionar furiosos contra esta proposición; y desesperados dirÃan “no sólo es eso”. Ningún desplazamiento, es de hombres y mujeres sin identidad, ninguna reproducción social, cultural y económica se realiza sólo con agentes sueltos; cada uno lleva su historia, y el despliegue de su capacidad en crear zonas de contacto económico y cultural, responden a esa estrategia.
Las prácticas culturales de sociedades abiertas se imponen; son su fuerza e incorporan en su juego las pequeñas comunidades por su paso y aún más rápido si estas funcionan como sociedades cerradas. Mientras esto ocurre, muchos continúan arrastrando imágines e imaginando sociedades “indÃgenas” estancadas en el tiempo, acantonadas en el espacio y envueltos con el manto de lo pluri-cultural.
El mundo kolla en su desplazamiento es mercader, artesano, obrero, agricultor… etc. En su recorrido establece, posiciones; adquiere cuerpo, crea, traslada su cultura, su música; teje relaciones de parentesco, relaciones culturales, se adapta e impone su habitus. A este proceso llamamos la dominancia kolla; quien ignore esta dominancia no hace más que negar la identidad boliviana. Lo kolla es arte, es literatura, lenguaje, proyectos, aspiraciones, rebelión; el comercio es el medio que le permite estar en Yacuiba, en el Beni, en Pando, el 80% de la población cruceña es kolla, también están los kolla en Arica, en Argentina...
La dominancia kolla se presenta como ese mundo de mercaderes, comerciantes, agricultores; lo que caracteriza es la acumulación en bienes inmobiliarios, son q’amiris que todavÃa no invierten en el proceso productivo. La identidad boliviana es la reproducción y construcción cultural, producto del desplazamiento de la población kolla; teje la unidad del paÃs y al mismo tiempo estructura nuevas relaciones sociales, comerciales y polÃticas. Esta expansión económica y reproducción cultural, subvierte lo plurinacional y desnuda el discurso indigenista.
Es a partir de los Aymara-quechua, que se construye la identidad nacional boliviana; la capacidad de ocupar el territorio, crear cultura, crear zonas de contacto económico, imponer relaciones y transcender las fronteras es la marca de esta reproducción cultural. Es con el avance de los Aymara-quechua se produce la identidad kolla que envuelve el mestizaje en Bolivia.
Las percepciones y concepciones que cierran los ojos a los avances y los problemas de la definición y producción de identidad nacional, son miradas llenas de prejuicios. El indigenismo al cerrar los ojos a los problemas más cruciales de una sociedad, es una ideologÃa fijada en el pasado, por eso se reduce en un mundo “indÃgena, originario, campesino” inexistente.
La mitificación de una sociedad y “principios” arcaicos, es la apologÃa de una sociedad moribunda. Una civilización, no es un algo dado histórico-estático, sino un proceso de mutación permanente; se enriquece de sus experiencias, de sus contactos. En esto los kolla aportan al mejoramiento de la suerte de una sociedad, y a la consolidación del Estado; no sólo hacen comercio, sino enseñan a apreciar lo que tiene y produce el boliviano. ¿Lo que ha sido en el pasado vale muy poco para la dinámica actual?
El comercio ha hecho del kolla el individuo libre de sus decisiones, expansivo e innovador. Entonces todas las formas culturales no se valen. Las sociedades cerradas no son capaces de dar respuestas a estos tiempos, muchas están condenadas a la desaparición, el mundo kolla desde la dominancia es una sociedad abierta, expansiva y esa es su fuerza para asegurar la hegemónica en el siglo XXI.
Este avance del mundo kolla cuestiona no solo el discurso y el imaginario de tipo colonial y feudal de muchos que creen en la existencia de indios, indÃgenas y últimamente en originarios; sino también pone a muchos alienados en contradicción con su propia elaboración cuando se re-plantea el problema de la identidad nacional.
Entonces existe una preocupación existencial muy inteligente en algunos “pensadores” y reconocidos “intelectuales”, que en los tiempos del indigenismo, reclaman su lugar para el “ser mestizo”, pues están convencidos, mejor, están ya alienados por el discurso de que los “indÃgenas están en el poder”, de que existe una “cultura e identidad indÃgena” o que Bolivia es “pluri-indigenal ”. ¿Como entender el reclamo de un espacio o una casilla para que el “ser mestizo” figure al menos en el censo indigenista que busca remendar con otros colores la camisa de ArlequÃn?
Esta actitud expresa una lectura no adecuada de la realidad social y las transformaciones económicas, el desplazamiento demográfico y cultural de los kolla en estos cincuenta años en todo el paÃs. El prejuicio feudal o colonial inmoviliza la mente de muchos en una concepción estática de sociedad. Recordemos rápidamente, que desde cinco décadas, asistimos a un fenómeno demográfico y cultural impresionante que engloba, produce y reproduce una identidad nacional.
Nadie puede negar, que son los Aymara-quechua son los tejedores de la identidad nacional, no reclaman espacios, ni pretenden dar lÃnea ideológica cultural sino simplemente ocupan los espacios económicos, comerciales y producen la identidad nacional, no reclaman el carácter étnico ni andino. Tenemos que ser claros y francos, es necesario despejar las cosas antes de reclamar algún espacio, para esto no se debe caer en el discurso y la propaganda indigenista, pues la apologÃa de la hibridación puede resultar una actitud desesperada, y peligrosa para identidad Nacional.
El discurso de los defensores del mestizaje, no es nuevo, sino es el retorno a las viejas dicotomÃas racistas de: “nosotros” los Blancos y “los otros” los indios; ahora reformulado resulta: “nosotros” (los mestizos) y los “otros” (los indÃgenas). ¿Cual el interés de reclamar un lugar para el mestizaje? ¿La sociedad Boliviana vive separada en guetos? ¿Y cual el interés de construir una camisa de ArlequÃn que a diario genera violencia entre los bolivianos?
Entonces seguir reclamando un espacio para el “ser mestizo”, que nadie sabe quien es, ronda en el desconocimiento de la realidad social; la sociedad boliviana es, ya un tejido social y económico que tiene la fuerza de producir una identidad cultural y Nacional (sin resabios feudales). Nadie puede decir que soy Aymara, quechua puro, y tampoco puede decir yo soy un hibrido puro. Y tampoco los indigenistas que no son saben lo que es lo indÃgena, pueden decir que son puros.
Nuestros amigos que reclaman un espacio para el “ser mestizo” están haciendo juego al indigenismo, pues quieren un “espacio” en la camisa de ArlequÃn indigenista. ¿Que trae implÃcito este discurso aparentemente reivindicador, de un espacio para los “mestizos” en el mundo totalitario del indigenismo? ¿No es acaso prestarse al juego, y reforzar al discurso colonialista de esa vieja izquierda que ahora hace alquimia entre Marx y Pachamamismo?
La realidad es que en base a las comunidades más importantes de los andes, Bolivia en estos doscientos años ha forjado una identidad nacional, nadie puede negar que los bolivianos y en cualquier rincón del paÃs, se mueven a un ritmo y a una misma complicidad cultural. Miremos de Yacuiba a Pando, de Puerto Suarez a Sabaya, ¿quienes trabajan en la agricultura, en el comercio, en la industria, transporte, etc.…?
Basta ver la cultura que practican esas mujeres y hombres, ¿que bailan y que cantan? Son miles de Aymara, Quecha, que viven permanentemente tejiendo sus relaciones comerciales, viajando del oriente al occidente; están en todos los rincones del paÃs, no se dicen ni indÃgenas, ni mestizos, no reclaman un gueto. No reclaman ni lloran por un espacio, sólo construyen, producen y reproducen las relaciones culturales y estas son cada vez más solidas; la identidad nacional es Kolla, sin tinte racista ni étnico; entonces base y cimiento de la identidad Boliviana.
Lo cierto es que lo kolla ha englobado, ha envuelto las regiones, las ciudades; ¿quien podrÃa negar este fenómeno? Gracias al mundo kolla Bolivia adquiere fuerza en su Identidad nacional. Recordemos que el indigenismo es invención por comodidad comercial de las ONG, los “americanistas” hicieron lo propio en el pasado. Es una actitud colonialista cuando juegan papel de “defensor de los pobres colonizados”, buscan dar espacio a los indÃgenas: “su territorio”, “su parque”, inventarle “su alfabeto”, reconocer “su cultura” etc.
Asustados por este discurso indigenistas “hegemónico” de coyuntura, algunos reclaman y hacen la apologÃa del mestizaje o de la hibridación. Es desde el pensamiento de la hibridación: abogados, analistas, y hasta algún ex-presidente, reclaman un lugar para conservar la jerarquÃa étnica y social. Con el multiculturalismo, entró de moda reclamar espacios propios para ser reconocidos, algunos, colonos colonizados y otros apologistas de la hibridación reclaman un “lugar para los indÃgenas” y un otro “para los mestizos”.
El peligro del discurso de la hibridación hace problema en el pensamiento, pues quita la identidad, distorsiona el análisis para comprender el desarrollo y la formación de la identidad nacional. Encubre, confunde en nombre de lo “mestizo” relaciones peligrosas de tipo racista como “Nosotros somos mestizos” y los “otros son indÃgenas”. Finalmente lo cierto es que, la soledad en las ideas, crea mutaciones existenciales para muchos, genera rupturas en su seguridad, y reactiva el prejuicio colonial: del “nosotros” y los “otros”; dicotomÃa peligrosa para la identidad Nacional. Necesitamos separar los contextos, desmontar las ideas conglomeradas, des-construir las amalgamas, despejar los senderos, para analizar nuestra realidad.
Existen estudios muy documentados sobre el papel de los de los “indios”, “indÃgenas”; se dijo Bolivia es indÃgena como paÃs, hay una mayorÃa indÃgena, se debe incorporar a los indÃgenas, incluirlos, salvarlos. Otros sólo ven campesinos, apenas alguien llega de su comunidad y pisa alguna ciudad ya es mestizo. Los pensadores, o los que escriben sobre temas de identidad, tratan lo “indÃgena” como algo curioso, estudian, como posiciones marginales. Nuestra pregunta es ¿cómo muchos estudiosos han caÃdo en ese discurso colonial y feudal? Han terminado por creer que en Bolivia existen indÃgenas; es posible para un europeo pensar asà pero para gente que vive en Bolivia y hace parte de esta sociedad es preocupante. Otra vez está en juego el quien soy y cual mi pertenencia.
Introducción
En tiempos de la moda multi o pluri-cultural, la pregunta es ¿Cual la figura que distingue a Bolivia en el mundo? Lo que está en juego es la cuestión de la identidad nacional. Esto nos obliga a exponer las evidencias y dar los elementos fácticos de la reproducción y el envolvimiento cultural.
Ya estamos buen tiempo juntos los bolivianos, el comercio de los prejuicios está llegando a su fin, el territorio está ocupado por gente que avanza desde los andes y llega al ultimo rincón de Bolivia; vemos un paÃs y una sociedad construyendo su identidad.
El elemento distintivo que se impone es la reproducción cultural kolla; algunos podrÃan reaccionar furiosos contra esta proposición; y desesperados dirÃan “no sólo es eso”. Ningún desplazamiento, es de hombres y mujeres sin identidad, ninguna reproducción social, cultural y económica se realiza sólo con agentes sueltos; cada uno lleva su historia, y el despliegue de su capacidad en crear zonas de contacto económico y cultural, responden a esa estrategia.
Las prácticas culturales de sociedades abiertas se imponen; son su fuerza e incorporan en su juego las pequeñas comunidades por su paso y aún más rápido si estas funcionan como sociedades cerradas. Mientras esto ocurre, muchos continúan arrastrando imágines e imaginando sociedades “indÃgenas” estancadas en el tiempo, acantonadas en el espacio y envueltos con el manto de lo pluri-cultural.
El mundo kolla en su desplazamiento es mercader, artesano, obrero, agricultor… etc. En su recorrido establece, posiciones; adquiere cuerpo, crea, traslada su cultura, su música; teje relaciones de parentesco, relaciones culturales, se adapta e impone su habitus. A este proceso llamamos la dominancia kolla; quien ignore esta dominancia no hace más que negar la identidad boliviana. Lo kolla es arte, es literatura, lenguaje, proyectos, aspiraciones, rebelión; el comercio es el medio que le permite estar en Yacuiba, en el Beni, en Pando, el 80% de la población cruceña es kolla, también están los kolla en Arica, en Argentina...
La dominancia kolla se presenta como ese mundo de mercaderes, comerciantes, agricultores; lo que caracteriza es la acumulación en bienes inmobiliarios, son q’amiris que todavÃa no invierten en el proceso productivo. La identidad boliviana es la reproducción y construcción cultural, producto del desplazamiento de la población kolla; teje la unidad del paÃs y al mismo tiempo estructura nuevas relaciones sociales, comerciales y polÃticas. Esta expansión económica y reproducción cultural, subvierte lo plurinacional y desnuda el discurso indigenista.
Es a partir de los Aymara-quechua, que se construye la identidad nacional boliviana; la capacidad de ocupar el territorio, crear cultura, crear zonas de contacto económico, imponer relaciones y transcender las fronteras es la marca de esta reproducción cultural. Es con el avance de los Aymara-quechua se produce la identidad kolla que envuelve el mestizaje en Bolivia.
Las percepciones y concepciones que cierran los ojos a los avances y los problemas de la definición y producción de identidad nacional, son miradas llenas de prejuicios. El indigenismo al cerrar los ojos a los problemas más cruciales de una sociedad, es una ideologÃa fijada en el pasado, por eso se reduce en un mundo “indÃgena, originario, campesino” inexistente.
La mitificación de una sociedad y “principios” arcaicos, es la apologÃa de una sociedad moribunda. Una civilización, no es un algo dado histórico-estático, sino un proceso de mutación permanente; se enriquece de sus experiencias, de sus contactos. En esto los kolla aportan al mejoramiento de la suerte de una sociedad, y a la consolidación del Estado; no sólo hacen comercio, sino enseñan a apreciar lo que tiene y produce el boliviano. ¿Lo que ha sido en el pasado vale muy poco para la dinámica actual?
El comercio ha hecho del kolla el individuo libre de sus decisiones, expansivo e innovador. Entonces todas las formas culturales no se valen. Las sociedades cerradas no son capaces de dar respuestas a estos tiempos, muchas están condenadas a la desaparición, el mundo kolla desde la dominancia es una sociedad abierta, expansiva y esa es su fuerza para asegurar la hegemónica en el siglo XXI.
Este avance del mundo kolla cuestiona no solo el discurso y el imaginario de tipo colonial y feudal de muchos que creen en la existencia de indios, indÃgenas y últimamente en originarios; sino también pone a muchos alienados en contradicción con su propia elaboración cuando se re-plantea el problema de la identidad nacional.
Entonces existe una preocupación existencial muy inteligente en algunos “pensadores” y reconocidos “intelectuales”, que en los tiempos del indigenismo, reclaman su lugar para el “ser mestizo”, pues están convencidos, mejor, están ya alienados por el discurso de que los “indÃgenas están en el poder”, de que existe una “cultura e identidad indÃgena” o que Bolivia es “pluri-indigenal ”. ¿Como entender el reclamo de un espacio o una casilla para que el “ser mestizo” figure al menos en el censo indigenista que busca remendar con otros colores la camisa de ArlequÃn?
Esta actitud expresa una lectura no adecuada de la realidad social y las transformaciones económicas, el desplazamiento demográfico y cultural de los kolla en estos cincuenta años en todo el paÃs. El prejuicio feudal o colonial inmoviliza la mente de muchos en una concepción estática de sociedad. Recordemos rápidamente, que desde cinco décadas, asistimos a un fenómeno demográfico y cultural impresionante que engloba, produce y reproduce una identidad nacional.
Nadie puede negar, que son los Aymara-quechua son los tejedores de la identidad nacional, no reclaman espacios, ni pretenden dar lÃnea ideológica cultural sino simplemente ocupan los espacios económicos, comerciales y producen la identidad nacional, no reclaman el carácter étnico ni andino. Tenemos que ser claros y francos, es necesario despejar las cosas antes de reclamar algún espacio, para esto no se debe caer en el discurso y la propaganda indigenista, pues la apologÃa de la hibridación puede resultar una actitud desesperada, y peligrosa para identidad Nacional.
El discurso de los defensores del mestizaje, no es nuevo, sino es el retorno a las viejas dicotomÃas racistas de: “nosotros” los Blancos y “los otros” los indios; ahora reformulado resulta: “nosotros” (los mestizos) y los “otros” (los indÃgenas). ¿Cual el interés de reclamar un lugar para el mestizaje? ¿La sociedad Boliviana vive separada en guetos? ¿Y cual el interés de construir una camisa de ArlequÃn que a diario genera violencia entre los bolivianos?
Entonces seguir reclamando un espacio para el “ser mestizo”, que nadie sabe quien es, ronda en el desconocimiento de la realidad social; la sociedad boliviana es, ya un tejido social y económico que tiene la fuerza de producir una identidad cultural y Nacional (sin resabios feudales). Nadie puede decir que soy Aymara, quechua puro, y tampoco puede decir yo soy un hibrido puro. Y tampoco los indigenistas que no son saben lo que es lo indÃgena, pueden decir que son puros.
Nuestros amigos que reclaman un espacio para el “ser mestizo” están haciendo juego al indigenismo, pues quieren un “espacio” en la camisa de ArlequÃn indigenista. ¿Que trae implÃcito este discurso aparentemente reivindicador, de un espacio para los “mestizos” en el mundo totalitario del indigenismo? ¿No es acaso prestarse al juego, y reforzar al discurso colonialista de esa vieja izquierda que ahora hace alquimia entre Marx y Pachamamismo?
La realidad es que en base a las comunidades más importantes de los andes, Bolivia en estos doscientos años ha forjado una identidad nacional, nadie puede negar que los bolivianos y en cualquier rincón del paÃs, se mueven a un ritmo y a una misma complicidad cultural. Miremos de Yacuiba a Pando, de Puerto Suarez a Sabaya, ¿quienes trabajan en la agricultura, en el comercio, en la industria, transporte, etc.…?
Basta ver la cultura que practican esas mujeres y hombres, ¿que bailan y que cantan? Son miles de Aymara, Quecha, que viven permanentemente tejiendo sus relaciones comerciales, viajando del oriente al occidente; están en todos los rincones del paÃs, no se dicen ni indÃgenas, ni mestizos, no reclaman un gueto. No reclaman ni lloran por un espacio, sólo construyen, producen y reproducen las relaciones culturales y estas son cada vez más solidas; la identidad nacional es Kolla, sin tinte racista ni étnico; entonces base y cimiento de la identidad Boliviana.
Lo cierto es que lo kolla ha englobado, ha envuelto las regiones, las ciudades; ¿quien podrÃa negar este fenómeno? Gracias al mundo kolla Bolivia adquiere fuerza en su Identidad nacional. Recordemos que el indigenismo es invención por comodidad comercial de las ONG, los “americanistas” hicieron lo propio en el pasado. Es una actitud colonialista cuando juegan papel de “defensor de los pobres colonizados”, buscan dar espacio a los indÃgenas: “su territorio”, “su parque”, inventarle “su alfabeto”, reconocer “su cultura” etc.
Asustados por este discurso indigenistas “hegemónico” de coyuntura, algunos reclaman y hacen la apologÃa del mestizaje o de la hibridación. Es desde el pensamiento de la hibridación: abogados, analistas, y hasta algún ex-presidente, reclaman un lugar para conservar la jerarquÃa étnica y social. Con el multiculturalismo, entró de moda reclamar espacios propios para ser reconocidos, algunos, colonos colonizados y otros apologistas de la hibridación reclaman un “lugar para los indÃgenas” y un otro “para los mestizos”.
El peligro del discurso de la hibridación hace problema en el pensamiento, pues quita la identidad, distorsiona el análisis para comprender el desarrollo y la formación de la identidad nacional. Encubre, confunde en nombre de lo “mestizo” relaciones peligrosas de tipo racista como “Nosotros somos mestizos” y los “otros son indÃgenas”. Finalmente lo cierto es que, la soledad en las ideas, crea mutaciones existenciales para muchos, genera rupturas en su seguridad, y reactiva el prejuicio colonial: del “nosotros” y los “otros”; dicotomÃa peligrosa para la identidad Nacional. Necesitamos separar los contextos, desmontar las ideas conglomeradas, des-construir las amalgamas, despejar los senderos, para analizar nuestra realidad.
Existen estudios muy documentados sobre el papel de los de los “indios”, “indÃgenas”; se dijo Bolivia es indÃgena como paÃs, hay una mayorÃa indÃgena, se debe incorporar a los indÃgenas, incluirlos, salvarlos. Otros sólo ven campesinos, apenas alguien llega de su comunidad y pisa alguna ciudad ya es mestizo. Los pensadores, o los que escriben sobre temas de identidad, tratan lo “indÃgena” como algo curioso, estudian, como posiciones marginales. Nuestra pregunta es ¿cómo muchos estudiosos han caÃdo en ese discurso colonial y feudal? Han terminado por creer que en Bolivia existen indÃgenas; es posible para un europeo pensar asà pero para gente que vive en Bolivia y hace parte de esta sociedad es preocupante. Otra vez está en juego el quien soy y cual mi pertenencia.
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