Liberemos nuestro cerebro conociendo la verdad sobre los «hĆ©roes» a quienes el poder colonial quiere que brindemos homenaje.
Como todos los aƱos este mes la ciudad de La Paz se engalanarĆ” el 16 de julio para recordar a Pedro Domingo Murillo y a los que se conoce como los “protomĆ”rtires de la independencia”. Es algo que puede parece banal, pues el poder nos ha acostumbrado en esta fecha a desfiles, horas cĆvicas, exposiciones y verbenas de homenaje. Sin embargo debemos estar atentos, pues esta algarabĆa hace parte de lo que los teóricos llaman «utilización por el Estado de formas de dominación». ¿Por quĆ© «formas de dominación»? Porque se da el caso de que en La Paz (y lo mismo en otros departamentos en sus “fechas cĆvicas” y en Bolivia en su conjunto el 6 de agosto) se persuade a los descendientes de los oprimidos e invadidos a festejar y rendir homenaje a sus opresores.
Esto se logra mediante mecanismos que distorsionan la verdad histórica, ocultando actos fundamentales, modificando otros e incluso creando de todas piezas interpretaciones que poco tienen que ver con la realidad. Esto es importante para justificar y mantener un sistema de dominación. El dominado tiene que acatar y admirar a sus opresores, principalmente a travĆ©s de sus hĆ©roes que se los presenta como sus “liberadores”, sus “bienhechores”. Conseguir la aquiescencia del invadido para mantener la dominación es tarea importante en todo proceso colonial. ¿Cómo se lo consigue?
Uno de los mecanismos es alienar la cultura de los invadidos. SegĆŗn el investigador mexicano Bonfil Batalla1, segĆŗn un pueblo tenga o no capacidad de decisión sobre sus elementos culturales la cultura puede ser propia, enajenada o impuesta. El sistema colonial reduce y empobrece el marco de la cultura propia de los pueblos indĆgenas y busca imponer sus propios moldes culturales. AsĆ, es el poder quien decide quĆ© es bueno o malo para los otros. El caso de las fogatas de San Juan, por ejemplo. Esta festividad que se da el 24 de junio en todo el paĆs, es un ejemplo de cultura apropiada. Es decir, el pueblo andino asimiló una festividad por su semejanza con sus propios parĆ”-metros culturales, se apropió de las fogatas de San Juan. Actualmente el poder sataniza esa festividad bajo pretexto de protección del medio ambiente. En realidad se trata de imponer otras expresiones culturales para esa fecha que el poder pueda manipular a su gusto, como las tertulias con salchichas y demĆ”s extravagancias inspiradas en paĆses disĆmiles al nuestro en cultura. El pretexto de “proteger el medio ambiente” es una excusa vĆ”lida para una noche, mientras –por ejemplo– los 364 dĆas restantes del aƱo los carros de la AlcaldĆa de La Paz continĆŗan envenenando el aire paceƱo con la contaminación de gases de diesel de su motores mal calibrados.
El poder tambiĆ©n puede enajenar la cultura. Los elementos culturales se vuelven ajenos cuando la decisión sobre ellos es expropiada. Se folklori-zan las manifestaciones culturales y se las promueven con interĆ©s comercial ajeno a su sentido original. Es lo que sucede con la Entrada del Gran Poder y el AƱo Nuevo Aymara, por dar sólo dos ejemplos. Surgieron como iniciativas andinas; ahora los organizadores, los «planificadores», son mayormente las instituciones del Estado y del turismo.
Pero un caso en que el interĆ©s del poder colonial se ejerce con mĆ”s saƱa e infamia es cuando se obliga a los pueblos invadidos y avasallados el respeto y sumisión a los sĆmbolos y hĆ©roes de los invasores. Esto se logra distor-sionando la verdad histórica y movilizando amplios recursos de persuasión y compulsión hacia los miembros de las sociedades sometidas, especialmente hacia sus niƱos y jóvenes. Es lo que sucede en los festejos de los “hĆ©roes” y “protohĆ©roes” de la independencia boliviana.
El caso de los festejos a Pedro Domingo Murillo y sus partidarios es altamente ilustrativo. Pero ¿quiĆ©n era realmente este personaje y quĆ© es lo que en verdad deberĆamos rememorar?
Cuando se produjo la rebelión de Tupak Katari en 1781 los espaƱoles contaron, para sofocarla, con el decidido apoyo de los criollos y tambiĆ©n de varios caciques. Los criollos (es decir los espaƱoles nacidos en tierras americanas) de ninguna manera se sentĆan identificados con los indios. Su proyecto no era el de Tupak Katari sino el del colonialismo espaƱol. Cuando este poder colonial se desgastó, los criollos aseguraron el relevo, al costo de postergar el proyecto de descolonización indio.
En la rebelión de 1781 no habĆa criollos y en la revolución de 1809 no habĆa indios. “La mayorĆa de los revolucionarios del 16 de julio de 1809, sin duda fueron los criollos; si bien es cierto, en el levantamiento participaron algunos espaƱoles y mestizos en calidad de soldados, especialmente”2.
Lo mĆ”s importante es que en la revolución de 1781 “los criollos de toda la provincia de La Paz… sin distinción de sus situaciones sociales, ideológicas y económicas, se unieron con los peninsulares, mestizos y caciques en la defensa de la causa real para aplastar la rebelión indĆgena…”3. Y lo mĆ”s importante: en esa actitud descollaron Pedro Domingo Murillo y sus compinches de la revolución de 1809.
Veamos el historial de algunos de los «protohĆ©roes»: Juan Ramón de Loayza actuó, durante la rebelión katarista, como comandante de las fuerzas realistas en los Yungas. Ramón Arias vino de Arequipa con tropas para ayudar a Segurola en la “pacificación” de los indios qotos de RĆo Abajo; desde entonces se quedó en La Paz y actuó despuĆ©s como revolucionario en 1809. Manuel CĆ”ceres, escribano, participó en la defensa de los dos cercos de la ciudad de La Paz en calidad de soldado voluntario.
Pedro Domingo Murillo fue capitĆ”n de la primera compaƱĆa de fusileros de las tropas de Juan Ramón de Loayza, acompaƱƔndole en su retirada a la “Villa de Cochabamba”4. Fue tambiĆ©n ayudante mayor en la expedición de ReseguĆn para romper el cerco de la ciudad de La Paz. Posteriormente fue guardiĆ”n en la prisión de Tupak Katari.
Pedro Domingo Murillo nunca tuvo empacho en reivindicar su actitud contra la revolución katarista. En sus declaraciones ante autoridades espaƱolas indica “…de ser constante los servicios que tengo hecho en defensa de la corona y la Patria desempeƱando los cargos de oficial.”5.
La declaración de Franco Antonio de Guerrero y Oliden, capitĆ”n de la Segunda CompaƱĆa de los Yungas indica: “en las expedición que se hizo para lebantar el citio en que tenian oprimida los yndios esta Ciudad de La Paz bino colocado D.n. Pedro Murillo de Ayudante mayor vajo del comando del SeƱor Comandante general el Coronel de Dragones D.N. JosĆ© ReseguĆn… haciĆ©ndose acreedor ala distinción del Jefe como que se le confirieron varias comisiones entre ellas el prendimento de los Yndios Caudillos Coroneles que le berifico con todo onor y satisfacción del comandante gral.”6.
Por declaraciones de Fernando de Yrasabal, Ayudante Mayor del Regimiento Pacajes, de Fautino Gómez, Teniente CapitĆ”n de la Segunda CompaƱĆa de Yungas y del doctor Basilio Catacora, incluidas todas en Documentos para la revolución de 1809, editado en 1954, La Paz, se desprende que Pedro Domingo Murillo fue encargado de la captura de jefes rebeldes, fue carcelero de Tupak Katari y encomendado de llevar uno de sus miembros descuartizados a Chulumani, como escarmiento para los indios.
Pedro Domingo Murillo ratifica estas declaraciones al manifestar Ć©l mismo en su declaración, tal como consta en los documentos del Archivo de La Paz a los que hacemos referencia: “…En este campo de las PeƱas segĆŗn los papeles presentados logre la satisfacción de ser uno de los comisionados para el Prendimiento de los Quispes y demĆ”s Coronles, estar al reparo de las guardias en la prisión de Catari y otras que se fiaron a mi cuidado conociendo mi amo al servicio y el esmero y anelo con que (desempeƱƩ) mis funciones”.
En resumen: Pedro Domingo Murillo fue miembro de una familia criolla espaƱola. Gozó de una situación económica holgada, pues fue propietario hacendado, minero y azoguero. Durante la rebelión katarista (1781-1782) fue enemigo acĆ©rrimo de los indios, luchando en el bando realista como fiel servidor del Rey de EspaƱa y de la patria peninsular. En estos hechos de armas obtuvo los grado de Teniente CapitĆ”n y Coronel por el celo demostrado en destrozar al bando enemigo. Se destacó, principalmente, en peligrosas misiones contra el ejĆ©rcito indio, habiĆ©ndosele encomendado por ello el apresamiento de los lĆderes aymaras una vez consumada la derrota del ejĆ©rcito aymara. Cumplió esa misión arrestando a varios caudillos, entre ellos Quispe y Mullupuraka. Fue carcelero de Tupak Katari.
El historiador aymara Inka Waskar Chukiwanka le atribuye, ademĆ”s, ser uno de los autores del descuartizamiento de Tupak Katari, montado en uno de los caballos que para ese efecto se habilitaron. El mismo investigador indica que antes de morir Tupak Katari habrĆa dicho a su cancerbero Murillo y a las autoridades espaƱolas: Tata Intisat jiwtxa, nayxarusti waranqa waranqanakaw sayt’asinipxani, lo que significa: «Yo muero por nuestro padre Sol, despuĆ©s de mĆ, millones se levantarĆ”n». Por su labor en el descuartizamiento de Tupak Katari este mismo historiador aymara asevera que Murillo habrĆa recibido recompensa económica del Rey de EspaƱa.
El esfuerzo del poder colonial por enaltecer a los paladines y protohĆ©roes de su independencia no debe cumplir su objetivo de lavar nuestras mentes, de inculcarnos el amor y respeto a quienes fueron mas bien nuestros carceleros y asesinos. No debe opacar en nuestras mentes, finalmente, el brillo de nuestros verdaderos hĆ©roes: Tupak katari, Bartolina Sisa, Willka ZĆ”rate y muchos otros mĆ”s. Debe obligarnos a conocer mĆ”s sobre nuestra historia y sobre la historia de la colonización, utlizando para ello los recursos de investigación veraz que son universales. AsĆ, con la verdad en nuestros cerebros y con la llama de la rebeldĆa en nuestro corazón podremos culminar la obra de Tupak katari.
Fuente: periodico Pukara, No. 9, 2006.
Como todos los aƱos este mes la ciudad de La Paz se engalanarĆ” el 16 de julio para recordar a Pedro Domingo Murillo y a los que se conoce como los “protomĆ”rtires de la independencia”. Es algo que puede parece banal, pues el poder nos ha acostumbrado en esta fecha a desfiles, horas cĆvicas, exposiciones y verbenas de homenaje. Sin embargo debemos estar atentos, pues esta algarabĆa hace parte de lo que los teóricos llaman «utilización por el Estado de formas de dominación». ¿Por quĆ© «formas de dominación»? Porque se da el caso de que en La Paz (y lo mismo en otros departamentos en sus “fechas cĆvicas” y en Bolivia en su conjunto el 6 de agosto) se persuade a los descendientes de los oprimidos e invadidos a festejar y rendir homenaje a sus opresores.
Esto se logra mediante mecanismos que distorsionan la verdad histórica, ocultando actos fundamentales, modificando otros e incluso creando de todas piezas interpretaciones que poco tienen que ver con la realidad. Esto es importante para justificar y mantener un sistema de dominación. El dominado tiene que acatar y admirar a sus opresores, principalmente a travĆ©s de sus hĆ©roes que se los presenta como sus “liberadores”, sus “bienhechores”. Conseguir la aquiescencia del invadido para mantener la dominación es tarea importante en todo proceso colonial. ¿Cómo se lo consigue?
Uno de los mecanismos es alienar la cultura de los invadidos. SegĆŗn el investigador mexicano Bonfil Batalla1, segĆŗn un pueblo tenga o no capacidad de decisión sobre sus elementos culturales la cultura puede ser propia, enajenada o impuesta. El sistema colonial reduce y empobrece el marco de la cultura propia de los pueblos indĆgenas y busca imponer sus propios moldes culturales. AsĆ, es el poder quien decide quĆ© es bueno o malo para los otros. El caso de las fogatas de San Juan, por ejemplo. Esta festividad que se da el 24 de junio en todo el paĆs, es un ejemplo de cultura apropiada. Es decir, el pueblo andino asimiló una festividad por su semejanza con sus propios parĆ”-metros culturales, se apropió de las fogatas de San Juan. Actualmente el poder sataniza esa festividad bajo pretexto de protección del medio ambiente. En realidad se trata de imponer otras expresiones culturales para esa fecha que el poder pueda manipular a su gusto, como las tertulias con salchichas y demĆ”s extravagancias inspiradas en paĆses disĆmiles al nuestro en cultura. El pretexto de “proteger el medio ambiente” es una excusa vĆ”lida para una noche, mientras –por ejemplo– los 364 dĆas restantes del aƱo los carros de la AlcaldĆa de La Paz continĆŗan envenenando el aire paceƱo con la contaminación de gases de diesel de su motores mal calibrados.
El poder tambiĆ©n puede enajenar la cultura. Los elementos culturales se vuelven ajenos cuando la decisión sobre ellos es expropiada. Se folklori-zan las manifestaciones culturales y se las promueven con interĆ©s comercial ajeno a su sentido original. Es lo que sucede con la Entrada del Gran Poder y el AƱo Nuevo Aymara, por dar sólo dos ejemplos. Surgieron como iniciativas andinas; ahora los organizadores, los «planificadores», son mayormente las instituciones del Estado y del turismo.
Pero un caso en que el interĆ©s del poder colonial se ejerce con mĆ”s saƱa e infamia es cuando se obliga a los pueblos invadidos y avasallados el respeto y sumisión a los sĆmbolos y hĆ©roes de los invasores. Esto se logra distor-sionando la verdad histórica y movilizando amplios recursos de persuasión y compulsión hacia los miembros de las sociedades sometidas, especialmente hacia sus niƱos y jóvenes. Es lo que sucede en los festejos de los “hĆ©roes” y “protohĆ©roes” de la independencia boliviana.
El caso de los festejos a Pedro Domingo Murillo y sus partidarios es altamente ilustrativo. Pero ¿quiĆ©n era realmente este personaje y quĆ© es lo que en verdad deberĆamos rememorar?
Cuando se produjo la rebelión de Tupak Katari en 1781 los espaƱoles contaron, para sofocarla, con el decidido apoyo de los criollos y tambiĆ©n de varios caciques. Los criollos (es decir los espaƱoles nacidos en tierras americanas) de ninguna manera se sentĆan identificados con los indios. Su proyecto no era el de Tupak Katari sino el del colonialismo espaƱol. Cuando este poder colonial se desgastó, los criollos aseguraron el relevo, al costo de postergar el proyecto de descolonización indio.
En la rebelión de 1781 no habĆa criollos y en la revolución de 1809 no habĆa indios. “La mayorĆa de los revolucionarios del 16 de julio de 1809, sin duda fueron los criollos; si bien es cierto, en el levantamiento participaron algunos espaƱoles y mestizos en calidad de soldados, especialmente”2.
Lo mĆ”s importante es que en la revolución de 1781 “los criollos de toda la provincia de La Paz… sin distinción de sus situaciones sociales, ideológicas y económicas, se unieron con los peninsulares, mestizos y caciques en la defensa de la causa real para aplastar la rebelión indĆgena…”3. Y lo mĆ”s importante: en esa actitud descollaron Pedro Domingo Murillo y sus compinches de la revolución de 1809.
Veamos el historial de algunos de los «protohĆ©roes»: Juan Ramón de Loayza actuó, durante la rebelión katarista, como comandante de las fuerzas realistas en los Yungas. Ramón Arias vino de Arequipa con tropas para ayudar a Segurola en la “pacificación” de los indios qotos de RĆo Abajo; desde entonces se quedó en La Paz y actuó despuĆ©s como revolucionario en 1809. Manuel CĆ”ceres, escribano, participó en la defensa de los dos cercos de la ciudad de La Paz en calidad de soldado voluntario.
Pedro Domingo Murillo fue capitĆ”n de la primera compaƱĆa de fusileros de las tropas de Juan Ramón de Loayza, acompaƱƔndole en su retirada a la “Villa de Cochabamba”4. Fue tambiĆ©n ayudante mayor en la expedición de ReseguĆn para romper el cerco de la ciudad de La Paz. Posteriormente fue guardiĆ”n en la prisión de Tupak Katari.
Pedro Domingo Murillo nunca tuvo empacho en reivindicar su actitud contra la revolución katarista. En sus declaraciones ante autoridades espaƱolas indica “…de ser constante los servicios que tengo hecho en defensa de la corona y la Patria desempeƱando los cargos de oficial.”5.
La declaración de Franco Antonio de Guerrero y Oliden, capitĆ”n de la Segunda CompaƱĆa de los Yungas indica: “en las expedición que se hizo para lebantar el citio en que tenian oprimida los yndios esta Ciudad de La Paz bino colocado D.n. Pedro Murillo de Ayudante mayor vajo del comando del SeƱor Comandante general el Coronel de Dragones D.N. JosĆ© ReseguĆn… haciĆ©ndose acreedor ala distinción del Jefe como que se le confirieron varias comisiones entre ellas el prendimento de los Yndios Caudillos Coroneles que le berifico con todo onor y satisfacción del comandante gral.”6.
Por declaraciones de Fernando de Yrasabal, Ayudante Mayor del Regimiento Pacajes, de Fautino Gómez, Teniente CapitĆ”n de la Segunda CompaƱĆa de Yungas y del doctor Basilio Catacora, incluidas todas en Documentos para la revolución de 1809, editado en 1954, La Paz, se desprende que Pedro Domingo Murillo fue encargado de la captura de jefes rebeldes, fue carcelero de Tupak Katari y encomendado de llevar uno de sus miembros descuartizados a Chulumani, como escarmiento para los indios.
Pedro Domingo Murillo ratifica estas declaraciones al manifestar Ć©l mismo en su declaración, tal como consta en los documentos del Archivo de La Paz a los que hacemos referencia: “…En este campo de las PeƱas segĆŗn los papeles presentados logre la satisfacción de ser uno de los comisionados para el Prendimiento de los Quispes y demĆ”s Coronles, estar al reparo de las guardias en la prisión de Catari y otras que se fiaron a mi cuidado conociendo mi amo al servicio y el esmero y anelo con que (desempeƱƩ) mis funciones”.
En resumen: Pedro Domingo Murillo fue miembro de una familia criolla espaƱola. Gozó de una situación económica holgada, pues fue propietario hacendado, minero y azoguero. Durante la rebelión katarista (1781-1782) fue enemigo acĆ©rrimo de los indios, luchando en el bando realista como fiel servidor del Rey de EspaƱa y de la patria peninsular. En estos hechos de armas obtuvo los grado de Teniente CapitĆ”n y Coronel por el celo demostrado en destrozar al bando enemigo. Se destacó, principalmente, en peligrosas misiones contra el ejĆ©rcito indio, habiĆ©ndosele encomendado por ello el apresamiento de los lĆderes aymaras una vez consumada la derrota del ejĆ©rcito aymara. Cumplió esa misión arrestando a varios caudillos, entre ellos Quispe y Mullupuraka. Fue carcelero de Tupak Katari.
El historiador aymara Inka Waskar Chukiwanka le atribuye, ademĆ”s, ser uno de los autores del descuartizamiento de Tupak Katari, montado en uno de los caballos que para ese efecto se habilitaron. El mismo investigador indica que antes de morir Tupak Katari habrĆa dicho a su cancerbero Murillo y a las autoridades espaƱolas: Tata Intisat jiwtxa, nayxarusti waranqa waranqanakaw sayt’asinipxani, lo que significa: «Yo muero por nuestro padre Sol, despuĆ©s de mĆ, millones se levantarĆ”n». Por su labor en el descuartizamiento de Tupak Katari este mismo historiador aymara asevera que Murillo habrĆa recibido recompensa económica del Rey de EspaƱa.
El esfuerzo del poder colonial por enaltecer a los paladines y protohĆ©roes de su independencia no debe cumplir su objetivo de lavar nuestras mentes, de inculcarnos el amor y respeto a quienes fueron mas bien nuestros carceleros y asesinos. No debe opacar en nuestras mentes, finalmente, el brillo de nuestros verdaderos hĆ©roes: Tupak katari, Bartolina Sisa, Willka ZĆ”rate y muchos otros mĆ”s. Debe obligarnos a conocer mĆ”s sobre nuestra historia y sobre la historia de la colonización, utlizando para ello los recursos de investigación veraz que son universales. AsĆ, con la verdad en nuestros cerebros y con la llama de la rebeldĆa en nuestro corazón podremos culminar la obra de Tupak katari.
Fuente: periodico Pukara, No. 9, 2006.
COMENTARIOS