Por Ruben DarÃo Chambi Mayta
Algunos abuelos de la población de Achacachi aun hoy recuerdan (entre risas) lo que sucedió en la década de los 60, cuando el entonces presidente de Bolivia René Barrientos Ortuño, en medio de una lluvia de piedras y peleas entre su guardia presidencial y los campesinos de la comunidad de Belén de Achacachi, escapaba dramáticamente hacia su helicóptero para poder huir de la turba enardecida. El episodio sucedÃa en un contexto donde “aparentemente” existÃa una alianza entre el campesinado y el denominado “general del pueblo”, materializado en el Pacto Militar Campesino.
Este episodio nos recuerda la espontaneidad del valeroso pueblo de Achacachi y su gran capacidad de actuar polÃticamente, en momentos clave y con alcances inusitados y de influencia nacional. Está de más recordar que fue esta población la que inició en 2001 toda la movilización contra el modelo neoliberal, poniendo en situación subalterna al orgulloso Hugo Banzer y sus ministros. Recordamos también con humor cuando el ministro Guillermo Fortún tuvo que ir “caminando” hasta donde se encontraban los bloqueadores y “hasta tuvo que comer chuño” en un Apthapi en esta región. Asà también nos vienen a la mente las movilizaciones del 2003, que desencadenaron la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada y posibilitaron la asunción de la presidencia de Evo Morales. Estamos por tanto hablando de una de las poblaciones con mayor influencia polÃtica del paÃs.
Los últimos acontecimientos en que los vecinos de Achacachi exigen la renuncia del alcalde Edgar Ramos (MAS) por casos de corrupción nos traen nuevamente a la mente estas imágenes. Pero además, positivamente, están creando un ambiente nuevo en la ciudadanÃa, un ambiente de satisfacción, de frescura polÃtica que hacÃa mucha falta, puesto que la movilización de Achacachi no es de ningún modo local o regional como quieren mostrar los ministros de Evo Morales.
La movilización causa simpatÃa y emoción revolucionaria en diferentes sectores, porque denuncia aquello que con mucha impotencia gran parte de la ciudadanÃa ha estado tolerando y soportando estos años. La corrupción generalizada, el manejo abusivo de la justicia por parte de jueces y fiscales adeptos al poder polÃtico, la persecución de toda voz disidente al poder, el despilfarro económico de obras sin planificación estratégica, la captación y división de las organizaciones sociales y campesinas y un sinfÃn de otras arbitrariedades.
No es extraño que los movilizados hayan denominado a su primera fase de bloqueo “Plan Gabriela Zapata”, ¿acaso no es el caso Zapata el mejor ejemplo de corrupción de fondos públicos, del abuso de poder y del uso instrumental de la justicia, además de una crisis moral en las altas esferas? Este caso al parecer se repite a diferentes niveles del poder y llega hasta las provincias, por tanto, el nombre del plan no podÃa haber sino más justo y adecuado.
Otro elemento de esta movilización es que el gobierno ya no puede -como regularmente lo hace- adscribir una manifestación crÃtica como parte de la “derecha y el Imperio”, cliché favorito de Evo para denostar toda crÃtica. DeberÃamos preguntamos ¿acaso el gobierno de Evo se atreverÃa a tachar a su lÃder Felipe Quispe “El Mallku” y a los pobladores de Achacachi y sus comunidades como parte de la derecha auspiciados por el imperio? Es imposible, y solo mencionarlo es una insensatez, porque si hay un lÃder histórico antimperialista y crÃtico al capitalismo ese es precisamente Felipe Quispe. Basta ver a las hermanas y hermanos movilizados, todos aymaras, de base, vecinos, comunarios y pequeños comerciantes, no hay activistas ni ONGistas que puedan sugerir que esta movilización es manipulada desde la oposición tradicional. Estamos por tanto ante un auténtico movimiento social de la nación aymara.
Esto último es muy importante porque trae consigo otro factor: desnuda la distancia entre las cúpulas de organizaciones indÃgenas y campesinas afines al Gobierno y sus bases. Hoy, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) es aliada incondicional del MAS, pero ¿dónde están? Hasta ahora ya se sumaron tres provincias a la movilización y están por hacerlo otros más, pero no existe ninguna “contra-movilización” campesina indÃgena, excepto, claro está, el alcalde de Pucarani (MAS) quien denunció perjuicios a su sector. Mismo alcalde que fue contradicho por su pueblo, que salió al encuentro del bloqueo apoyando con alimentos y agua.
Los lÃderes campesinos afines al Gobierno no pueden hasta ahora gestionar un bloque opositor al movimiento Aymara de Achacachi -seguramente lo intentarán-. Se les puede ver correteando de oficina en oficina con sus vistosos ponchos por la plaza Murillo sin poder ni siquiera ir a convocar a sus comunidades. Por tanto, se viene definitivamente un cambio y crÃtica interna en la dirigencia campesina de esta histórica organización, asà también en otras organizaciones campesinas como Bartolina Sisa, algunas de las cuales se sumaron a la movilización y bloqueo. ¿Será este el inicio de un fraccionamiento y reconducción de estas organizaciones? Esperemos que sÃ.
El contexto trae consigo aun otras nuevas. Con esta movilización se desenmascara el supuesto “gobierno indÃgena” de Evo, puesto que son los Aymaras los que se movilizan (su supuesta base polÃtica indÃgena). Se manifiesta de facto lo dicho por pensadores Aymaras hace mucho, se evidencia la crisis del discurso indigenista, el uso abusivo de lo indÃgena para camuflar un gobierno de izquierda de tinte estalinista y populista a la criolla.
Es emocionante ver a Felipe Quispe en la TV. llevando en el hombro la Wiphala, este sÃmbolo del pueblo aymara que fue y es injustamente asociado con el MASismo. Este acto de Felipe representa la crÃtica a esa práctica instrumental de lo indÃgena por el actual gobierno y la necesidad de reconducir y recuperar las demandas históricas del pueblo aymara-quechua y sus sÃmbolos de lucha.
También llama la atención la impresionante distancia de los personeros de Estado con su pueblo.
Escuchar al ministro Alfredo Rada o a Carlos Romero es parecido a escuchar a Guiteras o Fortún (ex ministros de Banzer) con la misma actitud desconocedora de la historia y de la trayectoria de los pueblos, en este caso de Achacachi, “ninguneando” y provocando a los movilizados. Imaginemos lo que dirÃan los viejos MASistas, como Filemón Escobar, si estuvieran aquÃ. Estamos seguros de que estarÃa “carajeando” a los ministros, porque “hay cosas que no se hacen con el pueblo aymara” y menos con Achacachi. Esto muestra cuán lejos está el actual gobierno y ajenos sus actuales administradores del movimiento que se inició hace 10 años con el denominado proceso de cambio.
Estos dÃas hemos visto de forma impresionante como muchos sectores se suman y apoyan a los movilizados de Achacachi. Los indÃgenas del TIPNIS, magisterio, FEJUVES, autoridades campesinas provinciales y muchos otros. Es como si estuvieran esperando un “movimiento legÃtimo” que les englobe y aglutine. Entre los movilizados se habla de temas de impacto nacional, como la corrupción, la reelección del presidente, el extractivismo, la terrible situación de la justicia, temas que sobrepasan lo local.
Seguramente el gobierno de Evo recurrirá a la estrategia de dividir a las organizaciones campesinas y confrontarlas. En este momento, sus operadores polÃticos estarán ocupados y seguro se quedarán sin fin de semana, ya escuchamos a autoridades de gobierno manifestando que “desconfÃan de su alcalde” y que congelarán las cuentas del municipio, un recurso desesperado para parar la movilización.
Pero la movilización trajo pensamientos y reflexiones que son irreversibles. Hay caminos y horizontes nuevos que ya están sembrados en la mentalidad de la ciudadanÃa y no hay vuelta atrás. Los tambores de guerra que suenan desde Achacachi fueron y son escuchados, y se materializarán seguramente en irreverencia nacional ante la impostura del poder.
Algunos abuelos de la población de Achacachi aun hoy recuerdan (entre risas) lo que sucedió en la década de los 60, cuando el entonces presidente de Bolivia René Barrientos Ortuño, en medio de una lluvia de piedras y peleas entre su guardia presidencial y los campesinos de la comunidad de Belén de Achacachi, escapaba dramáticamente hacia su helicóptero para poder huir de la turba enardecida. El episodio sucedÃa en un contexto donde “aparentemente” existÃa una alianza entre el campesinado y el denominado “general del pueblo”, materializado en el Pacto Militar Campesino.
Este episodio nos recuerda la espontaneidad del valeroso pueblo de Achacachi y su gran capacidad de actuar polÃticamente, en momentos clave y con alcances inusitados y de influencia nacional. Está de más recordar que fue esta población la que inició en 2001 toda la movilización contra el modelo neoliberal, poniendo en situación subalterna al orgulloso Hugo Banzer y sus ministros. Recordamos también con humor cuando el ministro Guillermo Fortún tuvo que ir “caminando” hasta donde se encontraban los bloqueadores y “hasta tuvo que comer chuño” en un Apthapi en esta región. Asà también nos vienen a la mente las movilizaciones del 2003, que desencadenaron la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada y posibilitaron la asunción de la presidencia de Evo Morales. Estamos por tanto hablando de una de las poblaciones con mayor influencia polÃtica del paÃs.
Los últimos acontecimientos en que los vecinos de Achacachi exigen la renuncia del alcalde Edgar Ramos (MAS) por casos de corrupción nos traen nuevamente a la mente estas imágenes. Pero además, positivamente, están creando un ambiente nuevo en la ciudadanÃa, un ambiente de satisfacción, de frescura polÃtica que hacÃa mucha falta, puesto que la movilización de Achacachi no es de ningún modo local o regional como quieren mostrar los ministros de Evo Morales.
La movilización causa simpatÃa y emoción revolucionaria en diferentes sectores, porque denuncia aquello que con mucha impotencia gran parte de la ciudadanÃa ha estado tolerando y soportando estos años. La corrupción generalizada, el manejo abusivo de la justicia por parte de jueces y fiscales adeptos al poder polÃtico, la persecución de toda voz disidente al poder, el despilfarro económico de obras sin planificación estratégica, la captación y división de las organizaciones sociales y campesinas y un sinfÃn de otras arbitrariedades.
No es extraño que los movilizados hayan denominado a su primera fase de bloqueo “Plan Gabriela Zapata”, ¿acaso no es el caso Zapata el mejor ejemplo de corrupción de fondos públicos, del abuso de poder y del uso instrumental de la justicia, además de una crisis moral en las altas esferas? Este caso al parecer se repite a diferentes niveles del poder y llega hasta las provincias, por tanto, el nombre del plan no podÃa haber sino más justo y adecuado.
Otro elemento de esta movilización es que el gobierno ya no puede -como regularmente lo hace- adscribir una manifestación crÃtica como parte de la “derecha y el Imperio”, cliché favorito de Evo para denostar toda crÃtica. DeberÃamos preguntamos ¿acaso el gobierno de Evo se atreverÃa a tachar a su lÃder Felipe Quispe “El Mallku” y a los pobladores de Achacachi y sus comunidades como parte de la derecha auspiciados por el imperio? Es imposible, y solo mencionarlo es una insensatez, porque si hay un lÃder histórico antimperialista y crÃtico al capitalismo ese es precisamente Felipe Quispe. Basta ver a las hermanas y hermanos movilizados, todos aymaras, de base, vecinos, comunarios y pequeños comerciantes, no hay activistas ni ONGistas que puedan sugerir que esta movilización es manipulada desde la oposición tradicional. Estamos por tanto ante un auténtico movimiento social de la nación aymara.
Esto último es muy importante porque trae consigo otro factor: desnuda la distancia entre las cúpulas de organizaciones indÃgenas y campesinas afines al Gobierno y sus bases. Hoy, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) es aliada incondicional del MAS, pero ¿dónde están? Hasta ahora ya se sumaron tres provincias a la movilización y están por hacerlo otros más, pero no existe ninguna “contra-movilización” campesina indÃgena, excepto, claro está, el alcalde de Pucarani (MAS) quien denunció perjuicios a su sector. Mismo alcalde que fue contradicho por su pueblo, que salió al encuentro del bloqueo apoyando con alimentos y agua.
Los lÃderes campesinos afines al Gobierno no pueden hasta ahora gestionar un bloque opositor al movimiento Aymara de Achacachi -seguramente lo intentarán-. Se les puede ver correteando de oficina en oficina con sus vistosos ponchos por la plaza Murillo sin poder ni siquiera ir a convocar a sus comunidades. Por tanto, se viene definitivamente un cambio y crÃtica interna en la dirigencia campesina de esta histórica organización, asà también en otras organizaciones campesinas como Bartolina Sisa, algunas de las cuales se sumaron a la movilización y bloqueo. ¿Será este el inicio de un fraccionamiento y reconducción de estas organizaciones? Esperemos que sÃ.
El contexto trae consigo aun otras nuevas. Con esta movilización se desenmascara el supuesto “gobierno indÃgena” de Evo, puesto que son los Aymaras los que se movilizan (su supuesta base polÃtica indÃgena). Se manifiesta de facto lo dicho por pensadores Aymaras hace mucho, se evidencia la crisis del discurso indigenista, el uso abusivo de lo indÃgena para camuflar un gobierno de izquierda de tinte estalinista y populista a la criolla.
Es emocionante ver a Felipe Quispe en la TV. llevando en el hombro la Wiphala, este sÃmbolo del pueblo aymara que fue y es injustamente asociado con el MASismo. Este acto de Felipe representa la crÃtica a esa práctica instrumental de lo indÃgena por el actual gobierno y la necesidad de reconducir y recuperar las demandas históricas del pueblo aymara-quechua y sus sÃmbolos de lucha.
También llama la atención la impresionante distancia de los personeros de Estado con su pueblo.
Escuchar al ministro Alfredo Rada o a Carlos Romero es parecido a escuchar a Guiteras o Fortún (ex ministros de Banzer) con la misma actitud desconocedora de la historia y de la trayectoria de los pueblos, en este caso de Achacachi, “ninguneando” y provocando a los movilizados. Imaginemos lo que dirÃan los viejos MASistas, como Filemón Escobar, si estuvieran aquÃ. Estamos seguros de que estarÃa “carajeando” a los ministros, porque “hay cosas que no se hacen con el pueblo aymara” y menos con Achacachi. Esto muestra cuán lejos está el actual gobierno y ajenos sus actuales administradores del movimiento que se inició hace 10 años con el denominado proceso de cambio.
Estos dÃas hemos visto de forma impresionante como muchos sectores se suman y apoyan a los movilizados de Achacachi. Los indÃgenas del TIPNIS, magisterio, FEJUVES, autoridades campesinas provinciales y muchos otros. Es como si estuvieran esperando un “movimiento legÃtimo” que les englobe y aglutine. Entre los movilizados se habla de temas de impacto nacional, como la corrupción, la reelección del presidente, el extractivismo, la terrible situación de la justicia, temas que sobrepasan lo local.
Seguramente el gobierno de Evo recurrirá a la estrategia de dividir a las organizaciones campesinas y confrontarlas. En este momento, sus operadores polÃticos estarán ocupados y seguro se quedarán sin fin de semana, ya escuchamos a autoridades de gobierno manifestando que “desconfÃan de su alcalde” y que congelarán las cuentas del municipio, un recurso desesperado para parar la movilización.
Pero la movilización trajo pensamientos y reflexiones que son irreversibles. Hay caminos y horizontes nuevos que ya están sembrados en la mentalidad de la ciudadanÃa y no hay vuelta atrás. Los tambores de guerra que suenan desde Achacachi fueron y son escuchados, y se materializarán seguramente en irreverencia nacional ante la impostura del poder.
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